Esta mañana me he acercado a los molinos de Campo de Criptana con la intención de hacer unas fotos del interior de uno de ellos.
-Tiene usted que sacar entrada para verlo por dentro.
-¿Dónde?
-En el molino de información.
-Por favor me da una entrada para ver el molino.
-Son sesenta céntimos, -¿de donde es usted?
-De Cuenca-he mentido- y es que en ese momento el molino de información se ha llenado de japoneses y me he dejado llevar por le entusiasmo turístico y no me apetecía decir que soy del pueblo que a través de la puerta se veía a lo lejos.
Una vez en el interior y arriba donde se encuentra la maquinaria me he distraido con los japoneses, me he quedado observándolos, click, click, click, click, click, click... Todo con unas prisas tremendas, una de ellas se ha escurrido al bajar la escalera, han salido afuera, han hecho más fotos y se han subido en el autobús, en total creo que han estado en el cerro unos quince minutos. Me he sentido azorado y contagiado por las prisas.
Antes de irme he observado a unos obreros y unos hombres sentados a la sombra del molino, llevaban ahí todo el tiempo.
Esta viñeta de what the duck... habla por si sola.
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