Villacentenos

Villacentenos fue casas de quintería, casas de campo, donde se solía habitar durante periodos de tiempo para la recolección o arreglos de las tierras de labranza. Situadas muy cerca de la desaparecida estación de Marañón, estación dotada de pozo para llenar de agua las calderas de las máquinas de vapor, pero ésta será otra historia.

Algunos autores opinan que es aquí donde empieza a desaparecer el río Guadiana entre la vegetación de juncos y espadañas (es esa planta que en la punta desarrolla una mazorca cilíndrica que de chicos llamábamos “puros”) tras recorrer unos kilómetros por la llanura Manchega y proveniente de Ruidera. Hay aquí una canalización con obra realizada con piedras y puente donde recuerdo bañarme en unas aguas limpias y trasparentes, hoy en día es un vertedero, sí, uno más.

Viejo palomar, casi derruido, pero que las palomas se resignan a abandonar, alguna pared enjalbegada, pozo común situado en medio de una plazoleta rodeada de casas y corrales, puertas y portadas de madera y ventanas enrejadas, todo devorado por el paso del tiempo y la desidia. En una de las fachadas aún hoy se puede distinguir un precioso reloj de Sol, ahora derrumbado en parte, donde también figura el nombre del lugar, cuando llegaba aquí me gustaba leerlo y mirar la hora.

Me vuelvo para casa mientras los últimos rayos del Sol pasan el rasero a la cebada ya cortada, el Sol... hace tiempo que ignora a los números romanos.